jueves, 24 de octubre de 2013

Exposición de Hermés en Madrid: la esencia del cuero

Tuve el placer de visitar la exposición de Hermés sobre el cuero. Utilizo la palabra placer de forma plenamente consciente puesto que la exposición está montada con el mejor gusto posible, es dinámica, informativa, entretenida y en ciertos momentos apabullante en los detalles. Por citar un ejemplo, una de las partes más espectaculares es la dedicada a los herrajes y cierres de los bolsos, donde juegos de iluminación milimétricos recorren los lomos de los bolsos con un precisión y efectos de estrella fugaz. También hay un montaje en el que dos bolsos de estilo español, especialmente creados para conmemorar la visita de la exposición a Madrid, bailan sobre un tablao como si se tratase de dos bailaores de flamenco muy pro (esto podéis verlo en mi instagram).

La bienvenida a la exposición corre a cargo de una moto con alas de cuero, cada una de las supuestas plumas que se ven en las fotos son piezas recortadas en cuero y montadas sobre alas de metal.







Chaqueta de piel de cocodrilo diseñada por Jean Paul Gaultier



Los textos que acompañan cada sección, lejos de ser aburridos o anodinos, tienen personalidad propia y enriquecen con sólo leerlos. Digerirlos requiere más calma.



La sección de encargos particulares resulta divertida y dice bastante de la historia de la casa. Por ejemplo una silla de montar con alas incluídas realizada enteramente en cuero.




El perfecto acompañante de cualquier viaje

Miniaturas en cuero de los bolsos más emblemáticos de la casa



Las adictas a los bolsos tendrán sudores fríos con esta foto donde se representa la historia del Kelly a través de las distintas versiones que ha tenido a lo largo de su historia.


Muy bien hecho Hermés, muy bien.

martes, 22 de octubre de 2013

Mi planta está sufriendo

Me he mudado, a una casa más bonita, más antigua, que tiene más encanto que la anterior por unas molduras de angelitos fascinantes, un suelo de madera que cruje como si fuésemos elefantes los que lo pisamos y una terraza. Sí, soy una de esas personas en Madrid que tiene terraza. Ahora comprendo que los que llevan viviendo en una casa con terraza toda la vida son madrileños distintos de los demás.


Todos en casa somos más felices, todos menos Potorra. El ser vivo que responde a tan inusual nombre no es otro que mi poto de casi una década de antiguedad. Lleva conmigo más tiempo que mi marido y mi hija juntos. Y está sufriendo. Sufre porque, inconsciente de mí, pensé que una terraza al aire libre con luz y sol a raudales no podía más que hacerla rebosar de felicidad, sin embargo, no ha sido así. En pocos días la mitad de sus hojas se han caído, las que sobreviven se sienten derrotadas y las ramas principales muestran un color amarillento que nada bueno hace presagiar. He corrido a colocarla nuevamente en el interior, en una de esas esquinas en semi penumbra que tanto le gustan a ella.

En un alarde extremo de cursilería no puedo más que acordarme de los versos de Bécquer que hoy brindo en honor a mi compañera:

Del salón en el ángulo oscuro,
de su dueña tal vez olvidada,
silenciosa y cubierta de polvo,
veíase...Potorra.


Mirad, son las 2 de la mañana y tenía ganas terapéuticas de escribir y lo primero que me ha salido es esto. ¿Qué queréis que os diga? Es como cuando a Carrie Bradshaw sufre de sequía sexual y escribe un artículo sobre la perfecta patata frita. Curioso que últimamente me parezcan cursis las referencias a Sexo en Nueva York y sin embargo aquí estoy, regodeándome en el romanticismo.