miércoles, 29 de octubre de 2014

Sobre el reloj Imante, las joyas de Suárez y la doble página del Hola



Miré al borde de la mesa y vi un sobre manuscrito con mi dirección. Al tenerlo entre las manos me fijé en que venía de la joyería Suárez y no tenía sello, señal de que alguien había tenido que traerlo de forma presencial, así que pregunté en el estudio, "¿quién ha dejado esto aquí?", pensando que alguien estaba dejando el catálogo de regalos de navidad sobre mi precioso y nuevo mármol pulido made in Guille García-Hoz (sobre mi nueva mesa hablamos otro día que merece un artículo aparte). "Un señor ha venido a entregarlo a la puerta hace un rato", pues entonces no es publicidad pensé. Lo que leí no hizo más que causarme aún más confusión, de hecho tuvo que llamar el Ama de Llaves a Suárez para cerciorarse de la historia. ¿Un evento exclusivo de Suárez ? ¿La Condesa mujer Imante? ¿Le quieren hacer entrega de una reloj grabado? WHAT? Y entonces me acordé del reloj de mi abuela y de la ley de la atracción universal.

Hace 5 meses perdí el reloj de mi abuela. No, mejor, hace 5 meses perdí el reloj de oro de mi abuela. Espera falta un detalle, hace 5 meses perdí el reloj de oro que mi abuela siempre llevaba puesto y que mi madre acababa de darme como herencia generacional. Lloré un fin de semana entero como si mi abuela acabase de morir a pesar de que aquello ocurrió hace más de 7 años. Lloré de impotencia, de frustración, de pena pero sobre todo lloré por la rabia de ser de clase media. Decía Valentino que los relojes de alta gama están pensados para la clase alta porque los que han sido educados en la clase media se sienten culpables cuando llevan tanto dinero colgando indefenso de la muñeca; les preocupa que otros lo miren mucho, que se rompa, que se les pierda, les atosiga la falta de ética que supone invertir el salario medio de un año en un aparato que les diga la hora, no se sienten merecedores de ello. Sin embargo, los ricos de toda la vida no sufren con esto porque han vivido siempre sumergidos en esa irrealidad y lo llevan con flamante naturalidad; tampoco los nuevos ricos sufren de estas disquisiciones morales porque no quieren saber nada del pasado y procuran borrarlo a golpe de oro. Obviamente las declaraciones de Valentino tienen mucho que objetar (MUCHO), pero a mí aquel fin de semana me parecía que el genio sobre-bronceado me miraba sonriente desde las esquinas como diciendo "¿lo ves?, no estás hecha hecha para llevar a diario un reloj bueno"

Estoy segura de que entenderéis entonces que cuando nos anunciaron la historia completa del reloj Imante y nuestra aparición en la revista Hola junto a otras embajadoras de excepción mi primer pensamiento fue, "chúpate esa Valentino". Y es porque sabemos que salir en el Hola en éste país es equivalente al día de la coronación para una falsa aristócrata como yo, en cuatro años no ha habido revista de moda, periódico, radio e incluso televisión que se haya resistido a los encantos de nuestro condado plebeyo, pero el Hola (nótese que digo EL Hola y no Hola a propósito, porque es EL Hola) es distinto. El Hola flota en esa nube paralela al mundo real donde habitan príncipes y princesas, mujeres que no trabajan con sempiternas pedicuras francesas y vestidores kilométricos, familias descalzas que amasan pasta ecológica en una impoluta cocina, ninfas que juran comer todo lo que quieren pero no engordan, abuelas que no conocen cirujanos y han conseguido rejuvenecer sus caras (como dice René Zellwegger) simplemente siendo más feliz; y, por todo ello, es maravilloso y forma parte indisoluble de nuestra cultura.

Teniendo todo esto en cuenta entiendo que lo más interesante de mi presencia en tan precioso evento es que os cuente el punto de vista de alguien que para vestirse tuvo que sortear puré de zanahoria y embutirse en una faja. Allá vamos:

1) Me maravilla ver los instagrams de bloggers que la mañana de un evento cuelgan fotos desde una cama de hotel con las piernas cuquimente colocadas y el hashtag #gettingready. Envidio pensar que no van a hacer nada en todo el día más que hidratarse las piernas hasta resbalar en el asiento del coche. En mi caso sin embargo el #gettingready estuvo bañado en oro y piedras preciosas; Suárez nos dejaba joyas para el evento y dejadme deciros amigas que, cual Virgen de Guadalupe, me eché encima la friolera de 20.000€ aproximadamente. Sé que confesar esto es muy vulgar pero es que necesitaba echárselo en cara a Valentino. ¿Valentino estás ahí? ¿Me oyes? Ni rastro. Juas!

2) Los preparativos fueron de órdago, con una hija llorando porque no quería cenar y unos abuelos que acaban de aterrizar de San Francisco con un jetlag que no sabían ni dónde estaban, tuvimos que huir a la oficina a que Paula Soroa obrase la transformación milagrosa.

3) He probado una faja por primera vez en mi vida y dejadme deciros que no hay vuelta atrás. Maravillosa. La vida sin faja es simplemente peor. También he de decir que no recuerdo si fui al baño durante el evento, puede que eso me hiciese cambiar de opinión.

4) El photocall se hace mucho mejor con dos bellinis encima, en serio. En la primera foto salgo con cara seria cercana a Genaro y es porque con la presión me empieza a temblar la mandíbula cual Jim Carrey y la única manera de controlarla en cerrándola. Lo que hacen los bellinis es anestesiar la mandíbula y como se puede apreciar en las fotos posteriores soy toda sonrisas.

5) El actual Director General de Suárez fue profesor mío en el máster del Instituto de Empresa, lugar en el que se empezó a cocer el proyecto de La Condesa. Así que, entre eso y la historia del reloj de mi abuela, yo me tomé el evento como un reconocimiento personal a todos estos años de sufrimiento emprendedor y me dió por entregarme a la bebida para festejarlo.

6) No se debe beber mucho en estos eventos porque luego te pasa que hablas con Naty Abascal y no recuerdas de qué. Os enseño la serie fotográfica en la que se puede entrever de qué hablamos pero en lo que se refiere a mi memoria...nunca ocurrió. El espíritu de Valentino seguro estuvo presente mientras charlábamos. ¿Veis como todo estaba relacionado?




¿Adivináis de qué hablábamos?


7) Los eventos no masificados son simplemente maravillosos. Nos sentamos en una mesa de no más de 50 personas, pudimos disfrutar de un espectáculo en directo y las fotos se organizaron de manera fluída, sin golpes, sin empujones, sin hablar a gritos. Maravilloso.

8) El resto de embajadoras eran todas encantadoras. Estuve toqueteando la falda de Nuria Roca con su total beneplácito, Fiona Ferrer me dió consejos sobre invertir en arte y Laura Pons fue el gran descubrimiento de la noche como nueva amiga del barrio.

9) La gente de Suárez de diez. Además de la familia al completo he de mandar todo mi cariño a Manuela y Andrea que son las más grandes y nos hicieron sentir como en casa.

10) Segundos antes de irme para continuar la fiesta en el Válgame Dios tuve una visión, un pequeño demonio con peluca y piel naranja me susurró al oído "no estás en tu mejor estado querida, quizá sería buena idea devolver las joyas ahora" ¡Pero me las dejan hasta mañana! ¡Quiero dormir con ellas!. "Ya, pero, ¿y si no llevas alguna bien sujeta y se te cae? ¿y si en el tumulto del bar alquien te roba una pulsera? o ¿y si simplemente las pierdes? ya te ha pasado antes"... Entre balbuceos le dí la razón a la voz de mi cabeza y me arrastré hasta Manuela para devolverle in situ el botín en joyas. Se acabó mi brillo. Maldito Valentino.

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